Ir a Roma era el sueño de Enrico, pasear por la Basílica de San Pedro, mojarse en la fuente de Trevi, entrar en el Coliseo, llegar a la puerta de los Caballeros de Malta, visitar el Vaticano, esconderse en los jardines por donde pasea el Papa, una maravilla que lo dejó obnubilado.
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